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Sinfónica de Carabobo

La fotografía que nos lleva: Una orquesta sinfónica

He estado ligado a la música siempre. De mil maneras. Era lo que quería estudiar en la universidad, en la facultad de educación: “mención música”. Pero, mi padre, con  la mejor intención del mundo dijo estas palabras: “Mijo estudie computación que eso es el futuro”. Estaba en lo correcto. No obstante, si naciste pa´ martillo del cielo te caen los clavos. 

Efectivamente, el tiempo pasó y sí, tengo un papelito que dice que soy ingeniero de sistemas, pero el río siempre persigue su cauce natural.

La imagen me ha llevado por distintos caminos, como una luz en el sendero de la vida, se ha encargado de mostrarme toda clase de emociones. Cuando estoy detrás de la cámara y suceden momentos que me emocionan, lloro; si canta una parranda, el corazón toma el ritmo de la percusión; la ejecución de un cuatro me remonta a las clases con el profesor Abundio en el Taller Arcoiris. 

Estaba exponiendo algunas fotos de la ciudad en plena avenida Bolívar de Valencia, en una actividad que tenía por objeto recuperar una esquina llena de basura, y al momento de cierre algunos metales de la orquesta dieron rienda suelta a Moliendo Café. La música arropó la avenida y todos fuimos uno.

La relación que tengo con el mes de diciembre era terrible. Me han pasado muchas cosas, nada disfrutables en estas fechas, pero este año ocurrió algo impresionante que movió todas las creencias infundadas por mi mismo sobre un mes en específico.

Era una excusa para seguir disfrutando “el no pertenecer” -a veces hay que nadar con el cardumen en el mismo sentido para que surjan nuevas corrientes-.

Volví a la avenida Bolívar, esta vez con la orquesta completa y cada músico irradiaba a través de la ejecución de su instrumento alegría navideña. Cuando me dí cuenta estaba vivo, al borde del llanto escuchando “Al Niño Jesús Llanero”, un tema de Simón Diaz donde le pide al Niño Jesús, en un aguinaldo, que se convierta en llanero y que le de paz, sosiego y calma al venezolano. 

En mi profunda ignorancia, no conocía la canción. Desde esa noche no la he dejado de cantar. “En mi conuquito las flores de los campos”, vive en mi cabeza.

Las presentaciones fueron una tras otra. Ariel, Blanca Navidad, La Piragua… géneros musicales que van desde el aguinaldo pasando por el merengue, gaitas, y terminan en algo de música disco. Todo esto hace que una orquesta sinfónica ponga a bailar al público sin importar más nada.

Tengo más amigos que cuando empezó el año. Me reencontré con gente que tenía mucho tiempo sin ver. Grabé videos. Logré hacer fotografías, pero sobre todo encontré de nuevo la alegría de la Navidad. Gracias, Orquesta Sinfónica del estado Carabobo.