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La fotografía que nos lleva: Ojo Pelao

Para el proyecto “Volver a la tierra” he tenido que entrenar física y mentalmente. El trabajo tiene dos opciones: lo recibes con los brazos abiertos o intentas limpiar el piso con él, dándole patadas.

Produce emociones, y creo que eso es parte del objetivo de una obra que nace desde una reflexión genuina, y que además, toca el problema global de la contaminación con plásticos de un solo uso.

“Ojo pelao’, Saúl. Cuidao’ con una vaina”. Era lo que decía mi papá cuando estaba chamo y decidía salir el 24 o el 31 de diciembre luego de las doce de la noche. Básicamente, cuando los muchachos hacen muchachadas, salía esa frase desde la preocupación de un padre.

Cada vez que regreso al Archivo de Fotografía Urbana siento que voy de visita a casa de un familiar. Es un lugar cálido donde todas las personas están dispuestas a guiarte en lo que necesites hacer. Esta vez no fue la excepción.

La cuarta edición del taller Ojo Pelao fue la oportunidad perfecta para seguir aprendiendo sobre la imagen.

Llegue tarde, como siempre. Nos devolvimos en la entrada de Los Guayos, en la ARC, porque al carro le sonaba algo. Esperamos en la puerta del taller, empezó a llover, repararon lo que sonaba y ahora si rumbo al archivo; “Ojo Pelao”.

Había un círculo, celebramos que llegué a la carrera, dejé todo dentro de la sala y en una conexión rápida, integrado en la actividad, me di cuenta que había caras conocidas. Ana la dirigía, Andrea decía algunos tips. Revelamos algunos secretos y realicé un retrato.

Siempre me preocupo cuando veo a alguien explicar algo, y esa explicación lo hace parecer fácil, eso quiere decir que es muy complicado el procedimiento y que hay que poner toda la atención que se pueda.

Tener a Andrea Hernández y Ana María Arévalo frente a ti es inspiración directa. Puedes sentir la preparación de cada una, pero además te hablan con el pecho abierto, es sinceridad y cercanía que no puede terminar en otra cosa que no sea en la creación de un puente bidireccional de aprendizaje, de comunicación.

El taller es uno de los más completos a los que he asistido. Al final de la tarde se incendiaba la mesa de edición. Andrea y Ana revisaron absolutamente todos los trabajos. Mientras veían las fotos, leíamos partes del statement del proyecto, la narrativa fluía.

La videoconferencia con Johanna Pérez Daza nos mostró trabajos fotográficos seriados y la manera de abordar temáticas, en apariencia diferentes, para llevarlas al siguiente nivel.

Federico Ríos desde la distancia llevó a toda la sala en un torbellino de emociones, sobre todo me quedo con su sentir humano, su compromiso con los migrantes más allá de la imagen, su fuerza emocional para afrontar un trabajo tan demandante. Al escucharlo volví a creer en una fotografía de prensa verdaderamente comprometida con la gente.

Seguí rompiendo mis propias reglas. Vengo de una escuela donde la imagen supuestamente debería decir todo, donde se deja todo el peso en lo que el espectador crea. Pese a que este espacio debe existir, también debes contar una historia, crear puentes. Conectar con las personas que tienes frente.

Para esto hubo más de dos horas de una clase magistral con José Rafael Briceño Pulido, que en principio parecía una clase de oratoria, pero terminó en una suerte de clase de actuación, de alguna forma había que entender que hablar es un acto físico, entonces hay que caracterizar la historia del trabajo que estábamos presentando.

Esta unión de lenguajes visual, escrito y verbal configuran un todo donde existe la obra, desarrollarlos en su máxima expresión te hace un multinstrumentista del mensaje. Con esta idea llegue a Valencia, seguiré recorriendo el camino de Volver a la Tierra.